25.8.10

lo de siempre, en otro idioma.

En un intento de disimular creatividad, se pone a mirar como el caballito de mar mira cada vez más enojado, se acerca a ella, a todas esas versiones de ella de las que no se puede librar, y nunca llega a la playa, al fondo del mar, no ve a esos peces hipnotizados que siguen al ojo a donde quiera que valla, lo ven tan gigante y con poder de llegar a cualquier lado, pero el ojo no para de mirar a la luna, esa luna conquistada por quien sabe quién, tan cerca y tan inalcanzable, y están las personas, los que se hamacan enamorados dentro del propio ojo, tan cerca suyo que no alcanza a verlos, y el que colgado de una pestaña quiere alcanzar el tesoro, su tesoro marciano que se la pasa buscando y nunca termina de atrapar. Y está el hombrecito que llegó a la luna pero no puede sostener a la chica del vestido, la luna no era lugar para ella y se cae, está siempre a punto de caerse y nadie se da cuenta que está ahí, parece solamente el viento, o un vestido, o una flor marchita, hasta un saxo me dijeron, pero la realidad es que es ella, siempre al borde del abismo, y el fuego la llora, pero la lava del volcán nunca la llega a quemar. Estáticos, a un paso de los demás mundos, todos demasiado deformes para entender, y la sirena, ella a veces alegre a veces tan insoportable, siempre con la misma sonrisa inexpresiva, creyéndose reina de esa pared. Pero ahora va naciendo enfrente otro punto de vista, otro universo que les hace la competencia, una luna un poquito más accesible y unos seres con alas que amenazan con llegar lejos. A Marte, ese es el objetivo.




















Hay detalles que  dan miedo cuando una imagen tan inconciente se describe con palabras.

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