6.12.10

Esta es una historia real, le sucedió al amigo de un amigo.

Siempre que alguien me contaba que otro alguien había escuchado como abrían una puerta y no era nadie, como un fantasma apretaba las teclas de la computadora a la noche, alguien bajaba por la escalera y no era el gato, o cómo se abría sola la canilla del baño, decidí pensar que se lo imaginaban o lo estaban inventando. Ahora que escucho mis propios fantasmas, que abren y cierran puertas y canillas que ya ni siquiera están, tengo que admitir algo: Nos inventamos esos fantasmas y misterios inexplicables para no admitir que vivimos engañados. Que el ruido que siempre pensamos que era de nuestra puerta siempre fue del vecino, que ese ruido de agua no es de nuestra canilla, que esas teclas son de la computadora de al lado. No hay fantasmas, tenemos una resistencia tremenda a admitir que nos equivocamos, preferimos tener miedo a sentirnos tontos.

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