30.4.14

Dos inviernos

No soy un hongo. No puede soportar dos inviernos en el año. Todo bien con el frío, pero prendeme la luz, porque se me baja la serotonina o lo que sea y andá a aguantarme. Y que además no llueva porque se me quemaron con nieve todas las botas. Hasta las que no eran mías. Fin. Acá, un cuento oscurito para el día nublado. Es miércoles con los atributos de un viernes pero parece un poco lunes y un poco domingo. La semana y el clima están animicamente inestables; no yo, por su puesto.

27.4.14

Canción de las arañas

No sabés. No sabés cuantas cosas puedo pensar mientras no estoy pensando, mientras me abstraigo en una ventana de plástico arruinado o mientras dibujo un pulpo terrorífico que atrapa una cabeza, pero que entre canciones ingenuas se va convirtiendo en la pecera de unos idiotas cualquiera que no se quieren ni escapar. No sabés que de esa pecera entrás y salís y a veces te echo y otras veces te tiro un anzuelo para que vuelvas. Que a la pecera nunca entró más nadie y que hay un caballito de mar que revolotea y se asoma a la puerta. Que todos los caballitos son de troya y que creo que lo sé y también se que todos los pescados se comen a las crías y que incluso esta tonta dueña de casa es una piraña aunque se quiera creer la buena. No sabés que todos los días tengo pesadillas, ni que mis pesadillas tienen los mismos tonos pastel y contornos redondados de esos paisajes ingenuos que dibujo. No sabés que inocente no soy yo, sino  la polilla que está atrapada en las patas de tu cama y que va a ser comida por las arañas. No sabés que la araña también es tonta y que de tanto estar en la pecera se va a ahogar, ni que la piraña ya no tiene hambre pero es piraña, así que no va a hacer otra cosa con la araña... Que matarla, y destruirla, aunque quisiera ponerla en un castillo de arena y mimarla, y criarla, y cuando crezca llevarla a pasear, y mostrarla por todo el océano, arañita de mar. 

24.4.14

fail

No hay desquite
ni desquiere
que funcione con vos
porque sos otro esta mañana
y mañana también 
y todos ellos me hacen
tan mal como bien

23.4.14

El vicio y la ambición

Ayer te dejé de querer. Van tantas veces que lo hago que puedo identificar el momento exacto. Se va adquiriendo una técnica. Es como ganar el 2048. Tomé el colectivo de ida queriéndote en todos los segundos y el de vuelta sin quererte más. Es perverso. Y más perverso porque la introducción suena a que entre esa ida y esa vuelta ocurrió algo, el punto transformador del relato, o un escándalo con violencia psicofísica y cosas revoleadas por las escaleras, pero no pasó nada. Una conversación fatal pero estable, como quien dice que se le escapó el perro o que le detectaron alergia incurable al tomate. Un tipo de conversación por la cual jamás nadie dejó de ser querido. Una conversación segura. Excepto ante mi inconsciente revoleado. Me parece que tu voz sonó demasiado humana o que la afirmación terrenal no encajó en mis delirios futuristas. Como sea, se rompió la conexión nerviosa entre la inicial de tu nombre y mis músculos, entre tu imagen y mi panza, entre tu futuro y mi respiración. No te quiero más y te tengo igual un cariño infinito y te haría todos los favores del universo y estudiaría biología molecular para encontrar la cura a la alergia al tomate y hacer que sonrías. Hoy me levanté de buen humor y a la tarde me reí por un mensaje como una tonta. No sabés cuánto hace que no me pasaba eso. Igual pienso que ahora que no te quiero se te puede dar por quererme, y que entonces a mí se me podría dar por hacer una excepción con mis estados irreversibles y levantarme queriéndote de nuevo y siendo felices. Pienso también en cómo dejarías de quererme si te contara un pensamiento rebuscado como este, si no fuera porque ya no me querías de antes. Pienso también en que antes, cuando se me desconectaba un afecto me salía escribir algo que me encantaba. El último fue un cuento y el anterior un poema. Y que a juzgar por eso, estas palabras dicen en realidad que, a mi pesar, te debo seguir queriendo un poco.

21.4.14

Hiperproducción

Cuando el amor se corresponde las películas terminan. ¿Porqué querría con vos una película terminada? Prestame, nada más, un infinito de horas sin estar ni desaparecer del todo.
¿Qué tienen en común todos mis miedos?
Autoridad para decirme que hago todo mal.
¿Ahora que lo sé se van a terminar mis traumas?
Eso no sucede nunca.
Harta estás de las revelaciones.

Mandato

Me tengo que juntar
con menos gente pelotuda
y más gente que haga arte
para que se me reacomode la atmósfera.

Del muro

Iris oscuro
hace de espejo
mechón de rulos
hace de espejo
y vuelco.

Al instante verde
entre tres paredes
muro de agua
 pánico a seguir

moléculas de ruido gris
el zumbido del colchón
el fin de todos los males,
el último fin.

Iris oscuro
hace de espejo
mechón de rulos
hace de espejo
y vuelvo.

Al instante verde
tres paredes y el muro
no vale de nuevo
negarse a seguir 

O te explota la cabeza
o viene el fin
de todos los males
el último fin.

15.4.14

Vos estás rara

Tenés en la cara una sonrisa importada de hace dos otoños. Se te alternan dos nudos en la panza que no pueden de ninguna manera atarse a la vez. El primer plano de tu mente pasó a ejecutarse en segundo, pero lo que está en primero está en modo a prueba de fallos. Fantaseas con ser bombero, artista y astronauta al mismo tiempo. Tenés fé en Dios y en Buda y a veces también llorás porque ninguno te escucha. Los querés desafiar tomandote una cerveza en el paraíso. Podría advertirte por todo eso, pero mejor soltate, caéte, sé feliz. 

14.4.14

Perdida en Rusia III. La shisha y la foto de la discordia.

A veces no es una buena idea subir una foto a Facebook. Probablemente nunca es una buena idea subir una foto a Facebook, pero aquí estamos, un beso a Bifo. Pero mucho menos si tu principal seguidora es mamá, a trecemil kilómetros, y en la foto estas fumando algo. No importa qué. Pero a veces unos amigos asiáticos nuevos, muy fans de la carga móvil, se ponen a jugar a hacer fotos que imitan escenas de películas y te agarra un ataque de alta autoestima... Son cosas que pasan. 
A madre le pareció muy perturbadora la foto del narguile. Incluso cuando ya había visto otra que no la había escandalizado, cuando mi hermano ya había hecho un chiste sobre fumar ensalada de frutas, y cuando muchos parientes habían puesto Me Gusta. Caos, destrucción, madre desesperada con una preocupación nada fingida en otro continente, mientras me levantaba a las 5 y media de la mañana para volver a la escuela. Madres son madres. 
Sólo había una forma de calmarla, explicarle que no tenía nada. Abajo agua fría con frutas, arriba un carbón, se condensa el agua, se inhala el vapor. Para mí era verdad. Para el resto del mundo, me enteré después, lleva tabaco en alguna parte. Según un artículo que me compartió un amigo, no sólo tiene tabaco sino que el carbón es muy nocivo. No sé. Mi inglés deficiente puede hacer que a veces fume cualquier cosa. De todas formas, si algo es malo para la salud, son las papas y los huevos fritos.


10.4.14

863.997

Ya nadie ama los odios ajenos, se volvieron todos locos. ¿Quién quiere amar a alguien que no pueda odiar algún detalle de uno mismo, como el desorden que tiene abajo de la cama o el ruido que hace para preparar un café? Entre tres décimas de segundo de sonrisa violenta con las uñas clavadas, y tu foto abajo de la palmera del pacífico posando una carcajada, hay un abismo. Y yo sé con cual me quedo. Aunque me muera del odio las otras ochocientas sesenta y tres mil novecientas noventa y siete décimas de segundo del día.

6.4.14

Vox

Me inventaste una palabra y ahora,
Se me volvió dialecto,
Se me volvió en la sangre,
Se me volvió en el tiempo.
A veces lloro.
Nunca te pido.


Hoy todo se puede ordenar
Y hoy todo se puede romper.
Planetas Chocados

5.4.14

Sobreviví a Rusia II. Película apocalíptica en Park Pobedy

Algo explota y se me viene a la mente, por un segundo, la imagen de mi primito en la fiesta de Año Nuevo diciéndome que le daban miedo los atentados en Rusia. Es el comienzo de un show de fuegos artificiales, pero a veces el cuerpo responde antes que la mente. El Ruido asusta. 

El 23 de febrero es en Rusia el día del hombre, el día del defensor de la patria, el día del ejército, el día de muchas cosas. Este año era también el último día de las olimpiadas de Sochi, en las que el equipo ruso se llevaba la mayoría de las medallas, pero que además se caracterizan por ser en un lugar de veraneo, no tan frío, sin tantas montañas. La nieve está para un lado y los juegos olímpicos para el otro.


Me gustaría hacerme la revolucionaria diciendo que no me gustan los fuegos artificiales por banales, por gasto de plata innecesario, por efímeros, porque me hacen acordar a cromagnón, por peligrosos, porque los tiran los gobiernos cuando no tienen nada que festejar. Porque festejar al ejército me parece muy dudoso. Pero me gustan igual. Y sobre todo me gustaron ese día en Park Pobedy, porque llovía, el cielo estaba rojo, la explosión retumbaba, estaba todo lleno de neblina y los fuegos se mezclaban con relámpagos y parecía el apocalípsis. Y el fin del mundo me encanta, claro. El parque tenía una belleza que no tiene cuando es de día, ni cuando no llueve, ni cuando no hay humedad, ni cuando el cielo está normal. Todo parecía de película y los aliens estaban por bajar en cualquier momento, o quizás explotaba todo desde el centro de la tierra o salían zombies a atraparnos desde adentro de la estación de metro. 

La película duró poquísimo. 10 minutos, 15. Después la lluvia (desubicada en ese invierno)volvió a ser insoportable, el frío molesto, el piso resbaloso, la casa volvió a estar lejos. Y finalmente la película de ciencia ficción se convirtió en drama porque me di cuenta que por sacar estas fotos había perdido las entradas para ir al Bolshoi. Pero esa es otra historia.

3.4.14

Sobreviví a Rusia I: El universo paralelo de VDNJ

La foto parece vieja. El tono entre descolorido y amarillento, el fondo difuso, los puntos blancos y la mancha a la derecha. También el carrito y el paisaje medio siniestro. Pero tiene un un poquito más de un mes. Es el color del invierno ruso, que hace que las fotos a veces hasta salgan naturalmente en blanco y negro, porque a la vista no hay ningún otro color.
Aparentemente no tengo el aspecto de una persona que pueda sobrevivir al invierno ruso, porque la frase que más suena en las reuniones familiares es "Hola, sobreviviste!". Algunos amigos también pensaban que no iba a sobrevivir, y mis amigas más optimistas pensaban que iba a quedarme allá por voluntad propia enamorada de un ruso. Pero aquí estoy, siendo nuevamente explotada por el capitalismo, y cursando una materia con apuntes de $400 que incluyen un texto de Lenin. Bueno, cuando lo leamos puedo decir que visité su tumba. De afuera, porque no entendí el cronograma de horarios para entrar al mausoleo. Sí, dos meses en Moscú y no entré al mausoleo de Lenin. Tampoco fui al "verdadero" Bolshoi. Soy re hereje. Pero tengo una historia buenísima de cómo perdí y encontré las entradas para el mini-Bolshoi-paralelo, que incluye una tarjeta de crédito rota, un señor expulsado del teatro y el odio eterno de un colombiano. Otra historia que me encanta para escandalizar a los que dudaban de mi supervivencia, es la de El universo paralelo de VDNJ. 
Cuando me faltaban dos semanas para volverme me quedé sin casa, el motivo y el cómo conseguí re-ubicarme son aburridísimos y todo el mundo está harto de que se los cuente. Mi nuevo hogar quedaba en la estación VDNJ, que se pronuncia bedenjá, y queda enfrente del Centro Panruso de Exposiciones, al que nadie le dice así, sino que lo llaman como a la estación. Como dejan ver su nombre y las construcciones entre imponentes, delirantes y deprimentes (de lo abandonadas que están), en el esplendor de la Unión Soviética el lugar debe haber sido increíble. Fue un centro en el que se exponían algo así como logros de la economía, la tecnología y la ciencia (una especie de tecnópolis?). Ahora es un parque de diversiones un poco tétrico, con una vuelta al mundo de vidrios amarillos y una montaña rusa, que allá se llama montaña americana. Es que arriba de esas cosas se la pasa tan mal que uno quiere ponerles siempre el nombre de su enemigo de la guerra fria, por supuesto. También tiene manzanas acarameladas con pochoclos y una fuente gigante que está llena de nieve a la que a nadie le pagan por limpiar. Y adentro de los pabellones en los que alguna vez hubo inventos y satélites espaciales, ahora se venden peluches de Angry Birds y Matrioshkas con la cara de Obama. Pero el lugar no deja de tener su encanto; o a mi me encantan las cosas desencantadas, no sé. 
El parque de VDNJ parece un poco un laberinto. Y el barrio que lo rodea, es un laberinto aún más. Edificios enormes, cuadrados, organizados en pasillos. Rejas bajitas celestes y amarillas. Patiecitos con juegos para niños en cada pasillo. Nieve, muchísima, por todas partes, por su puesto. Y árboles negros, muertos, hibernando. Las calles horizontales se nombran con números y las verticales tienen nombre, pero todas empiezan con "Prospect" y terminan con "Aya". Y yo me aprendía sólo el principio y el final de las palabras rusas largas. La primera vez que fui a esa casa fue mi primera noche en Rusia, no me aprendí el camino porque iba a una fiesta y no me imaginaba ni remotamente que podía terminar viviendo ahí. La segunda acababa de ser homeless por unas horas, había planeado vivir en la estación de Arbatskaya, había creído que había perdido la cartera mientras me mudaba y estaba enojada, alterada y cansada. Como era ovbio que no iba a acordarme el camino, me aprendí todos los detalles que rodeaban el edificio cuando salí la mañana siguiente. El número de pasillo era 14, la calle se llamaba Prospect Tsdsgfdgsdsfaya, al final de ella había un supermercado naranja y enfrente uno rojo. Hasta tenía anotado el password de la puerta del edificio (un portón de chapa gigante, de miles de kilos y con un aparatito igual al desactivador de una bomba de las películas en el que había que poner una contraseña, y hacía ruidito de ganar en un videojuego viejo cuando era correcto y podías entrar). Nada podía fallar. 
Volví a la casa después de todo un día afuera muy tranquila. Por supuesto que salí del Metro y no encontraba nada; no me oriento volviendo en remís a mi casa desde Ramos, no iba a encontrar de una la puerta correcta en un barrio soviético. Pero recordaba toda la información necesaria y todavía no había empezado a congelarme. Empecé a caminar prestando atención a las calles, alguna tenía que ser la mía. Y fue la primera. Claro, me tocaba tener un día de suerte después de pasar un día sin tener hogar. Caminé hasta el pasillo 14. Algo raro había, dudé. No podia ser tan fácil, y yo siempre dudo. Y además necesitaba bananas. Así que me fui a fijar si al final de la calle estaban los supermercados. Estaban. Los dos. Entré.
El supermercado estaba alrevés que el día anterior. Todo en la dirección contraria. Y no había casi verduras. Estaba segura de que no era. Pero era un supermercado de la marca correcta y con otro mas grande enfrente, tenía que estar bien. Quizás el día anterior había ido al naranja en vez de al rojo. Volví con mis bananas y con la sensación de que todo estaba un poco raro, un poco desconocido, y un poco demasiado cerca del metro. Pero dí un par de vueltas y me convencí de que la puerta estaba bien. Puse la contraseña en el portón. Me fijé en qué dirección podía salir corriendo si la clave no era la correcta. Pero era. Pasé. Segundo piso, puerta 8, no había margen de error en eso. La puerta me pareció de otro color. Pero "Otro color" en ese barrio significaba la diferencia entre un gris azulado y un gris verdoso. Metí la llave. No giraba.  Metí la otra. La metí alrevés. Quizás estaba puesta la llave del otro lado. Esperé, traté de nuevo. Escuché ruidos, y alguien abrió desde adentro. Seguro que era la señora que alquilaba el otro cuarto del departamento de las chicas con las que vivía. Aunque parecía un poco más joven que el día anterior. Por ahí era la hija. Entré a casa.  Le agradecí a la chica por abrir. Miré el papel rosa de las paredes y me puse a pensar en la diferencia estética de la decoración de las casas en Rusia con las de Argentina mientras me sacaba el abrigo. Lo colgué el perchero. Me di cuenta de que en el perchero no había ningún abrigo que me pareciera familiar. Y de que no era el mismo perchero. La chica tenía los ojos gigantes y me gritaba en ruso. Lo único que entendí fue débushka. Sorry, le dije. Espero que la colonización cultural esté lo suficientemente avanzada como para que entienda que sorry significa que esa chica con botas no adecuadas para el frío se disculpaba por meterse equivocadamente adentro de su casa y que no iba a volver a suceder. Me fui corriendo. 
Llamé a Alyona y le dije que estaba en un universo paralelo donde todo era igual pero el supermercado estaba alrevés y adentro de su casa vivían otras personas. Me pidió que le lea detenidamente el nombre de la calle. Entre Prospect Tsandrasya y Prospect Tsarinaya hay como 3 letras de diferencia. Me dijo que la espere, que ya me iba a buscar. La contraseña de todos los portones de ambos universos es la misma, ya no se usan, son anecdóticos.

1.4.14

Consuelos lógicos, pero otro se come el queso
Del pensamiento se vive menos que del amor
fracasa el experimento de experimentar
y todos los demás
da bastante paja ser feliz