1.6.14

El señor sin tiempo

El señor sin tiempo se distrajo y se le perdieron para siempre las palabras, como un huevo revuelto que en un segundo de descuido se convierte en huevo frito. Tenía que decir que su reflejo oscuro a veces le devolvía una mirada demás, una que no lo imitaba a él. Y que esas miradas le decían que quería escaparse para siempre del afuera y refugiarse en este encierro chiquito, cuadrado, que encontró un rato, y que a veces también el reflejo le devolvía unas carcajadas jamás vistas desde el paleolítico y ojalá las vieras. Se escapan en un segundo las palabras y los sentimientos y son mosquitos inatrapables. Un mosquito en tu consciencia. Pero un mosquito en alguna consciencia ocupa más lugar que un hipopótamo en otra. [Con esas metáforas bestias nunca vas a llegar a ningún lado, mujer.] El sentido estético se me olvidó en el agua caliente que colgué y no fui a buscar. Busco hace tres horas una canción que no existe, porque de seguro la escuché y porque la lógica dice que existió esa versión. Tan odiosa la lógica invadiendo todo, odiosa porque inunda de lógico lo ilógico y visto desde afuera todo delirio encaja perfecto en su pieza del rompecabezas como si la sorpresa no existiera. Pero existe porque estamos adentro; en el huequito de la pieza de rompecabezas que falta. En el huquito y no en ella. Y eso nos salva. ¿Nos salva de qué? quien supiera. quien pudiera. antes decías eso todo el tiempo. Odiás tu capacidad de enroscar palabras como si tuvieran alma cuando son sólo un dibujito en el márgen esperando que vuelva lo que se te escapó. No tenés bicicleta y vas a salir a caminar. Setecientas cuadras de vos. Qué lindo el universo como estaba hace un ratito. Que lindo cuando todas las palabras sueltas y el hilo intenta atarlas y de desatan y ahí van, están flotando mientras sonreímos, en un reflejo en una vidriera de un recuerdo mejorado, un recuerdo que inventé. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario